Adaptación de las plantas a la sequía

adaptar cultivos a la sequía

Para habituar una planta joven a la sequía, la mejor solución es que los riegos sean espaciados pero abundantes. Es importante que cada uno de los riegos sea abundante, ya que hace falta que el agua forme una reserva de humedad en la profundidad, por debajo del nivel de la base de la planta para atraer a sus raíces hacia la parte baja. Las raíces se desarrollan siempre hacia las zonas más húmedas.

Con riegos espaciados pero abundantes, las raíces van a progresar hacia las capas más profundas del suelo, en las que la humedad persiste durante más tiempo sin evaporarse. Cuando la planta mantiene sus raíces en un lugar húmedo es capaz de mantenerse durante dos o tres semanas sin riego, incluso si el viento y el sol secan la superficie. En cambio, los riegos en los que cada día se aporta una pequeña cantidad de agua hacen que la planta sea artificialmente más sensible a la sequía. Un riego superficial repetido va a generar un escaso tapiz de raíces justo bajo la superficie, donde la evaporación es más intensa. La planta no tiene entonces ninguna autonomía: tan pronto cesen los riegos la veremos sufrir y debilitarse hasta morir.

Cómo limitar las pérdidas de agua por evaporación

En cada riego una parte del agua es malgastada sin ser utilizada por la planta debido a la evaporación. Entonces, ¿cómo se debe regar para limitar las pérdidas por evaporación?

Para los macizos de arbustos y vivaces el riego por aspersión es lo menos recomendable si se quieren evitar las pérdidas de agua por evaporación. Si en vez de regar en profundidad se riega solo la superficie, la evaporación directa del suelo hacen que sólo una pequeña parte del agua pueda ser aprovechada por las plantas. El riego por aspersión favorece las raíces superficiales en detrimento de las profundas, y se corre el riesgo de hacer germinar en pleno verano numerosas adventicias que aparecen para competir con las plantaciones nuevas.

El riego en un hoyo al pie de la planta es mucho más eficaz. En lugar de regar por toda la superficie del macizo, el agua retenida en el interior de un hoyo puede descender lentamente por gravedad hasta 30 ó 40 centímetros de profundidad. Sin embargo, se necesitan hoyos de dimensiones considerables para que puedan acumular una cantidad de agua suficiente en cada riego. Configurado en el momento de la plantación alrededor del pie de la planta, el hoyo de riego debe ser restaurado a principios de verano, ya que puede estropearse durante el otoño, el invierno y la primavera con la lluvia, el viento o las tareas de desherbado. Un buen hoyo de riego debe medir, como mínimo, 60 centímetros de diámetro y 20 centímetros de profundidad, para retener en cada riego entre 20 y 30 litros de agua. Si el hoyo es demasiado pequeño, en vez de penetrar en profundidad, el agua se escapará emergiendo a la superficie, con lo cual se evaporará rápidamente y la planta no podrá aprovecharla.

Cómo reconocer la frecuencia de riego más adecuada

Según la naturaleza del suelo y las condiciones climáticas será necesario modular el ritmo de riego a aplicar. Los suelos predominantemente arenosos conservan poco el agua, por lo que habrá que aumentar la frecuencia de los riegos. Por el contrario, los suelos arcillosos son capaces de conservar la humedad durante más tiempo, de modo que los riegos pueden ser más espaciados. En suelo rocoso, abundantes bolsas de humedad pueden persistir todavía más tiempo debajo de las grandes piedras, un verdadero lujo para las raíces.

Para aprender a medir con la máxima precisión la cantidad de agua a aportar en cada riego en función de la naturaleza del suelo, se puede practicar el sistema de la rasa de control. A principios de verano, cuando la sequía ya está bien instalada, se debe llenar a ras el hoyo de riego de una planta determinada, midiendo la cantidad de agua aportada con un cubo graduado o una regadera de volumen conocido. Tras esto, se debe esperar 48 horas para que la superficie se seque bien. Entonces, alejándose lo suficiente del pie de la planta para no dañar sus raíces, se ha de hacer con el pico una rasa estrecha y profunda que permita verificar la humedad en un corte vertical sobre el suelo. Unos días después de regar, el suelo deberá estar bien húmedo a una profundidad de entre 30 y 40 centímetros bajo la base de la planta, en la parte más útil para las raíces medias y profundas.

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